Uno prepara el equipaje. Se fija como destino seguro el encuentro con el día final, y se embarca en la primera aventura que pasa cerca de la casa. Sabe que no hay boleto de regreso, que se vive de manera irrepetible.
En el trayecto ocurren cosas; unas tan buenas, que parecen el fin último de la vida; otras ostensiblemente malas, que dan la sensación de que el viaje llegó a su punto final. Pero es apasionante abrir la escotilla, ventilar un poco la curiosidad y ver transcurrir la vida sin sobresaltos, como un vigía en tiempos de paz.
Desde la perspectiva del que escribe, ocurre algo parecido. Se puede viajar, seleccionar un rumbo al azar, embarcarse y dejar que la imaginación decida. También resulta emotiva una aventura así, con la atenuante de que en este caso uno no es el actor sino el productor de lo que sucede.
Así, es posible crear una relación mítica, erótica, fantástica entre dos seres, que, de su fuerza interior, sacan la esencia para darse vida mutua, aun en la indeseada situación de dejar entreabierta la ventana de los sueños, y amanecer con tatuajes de unicornios.
Del mismo modo, se puede ser feliz, como si éste fuera un día de luz embriagadora en la órbita de las palabras, o la ocasión de cantar, y entrar, furtivo pero arrobado, al gran concierto que es la vida.
Y como no hay viajero que no haya sido sorprendido por la noche, no faltará en el trayecto un poco de desazón y pesimismo, y motivos para pensar en pájaros vestidos de luto, ensayando rituales por los muertos.
Así se crea la poesía. Así se escriben los libros.
*Presentación del libro del mismo nombre.
Muy bella tu presentación, Hugo...de verdad, leerte ha sido una linda experiencia.
ResponderBorrarSaludos "manchados desde Chile!!!
Amanda
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